¿Cómo pensar la innovación?

Día a día nos vemos envueltos en la exigencia de innovar. Nuestro trabajo y la academia, principalmente, dependen de qué tan novedoso es aquello que hacemos y producimos. Pero, ¿de dónde surge esta necesidad?

En la época moderna, los humanos adoptaron a la razón como el eje en el que se debía regir todo cuanto existía en el mundo. Esto y el gran crecimiento demográfico, así como la entrada del capitalismo y la apertura a un sistema globalizado crearon lo que algunos llaman “progreso”. Término entendido como “la fuente de valores, de que el bien es lo que es útil a la sociedad y el mal es lo que perjudica su integración y su eficacia.”

A partir de esta época, la sociedad sintió la exigencia de actuar conforme al progreso, La revolución industrial con el desarrollo de la máquina de vapor, el ferrocarril, el trabajo sistematizado y el tráfico de mercancías son sólo un breve ejemplo.  Todo aquello que se fuera realizado debía adecuarse al sistema globalizado que se comenzó a establecer en el mundo. Por lo tanto, las creaciones, las actividades, incluso el pensamiento, debían ser novedosas.

La innovación no consiste solamente en generar nuevas ideas, esta es sólo la primera etapa del proceso. Franc Ponti, un autor chileno que habla de la innovación, menciona la importancia de la transformación: “Somos buenos teniendo ideas, no somos inferiores a nadie. La innovación no es sólo creatividad. Es cuando ésta es transformada en valor y éxito.” En definitiva las ideas comienzan siendo soñadas, pero es importante que no se quede sólo ahí. Debemos levantarnos del escritorio y hacerlo realidad. Rodolfo Quintero agrega que materializar la idea no es suficiente. Se requiere que aquella innovación sea aceptada por la sociedad en la que se presenta.

Innovar no es sencillo, es una actividad compleja y de naturaleza multidisciplinaria. Permitir que esta actividad abra la entrada al conocimiento externo multiplica la posibilidad de funcionamiento.  La “innovación abierta” es un término acuñado por Henry Chesbrough, un importante profesor de Harvard y Berkeley, que este término explica que la creación de nuevas estrategias puede producirse destruyendo los muros que constituyen al ente desarrollador de la idea. De tal manera que el proceso quede abierto a que colaboradores externos puedan entretejer una red de colaboración.

Muchos dirán que esto suena a un ideal utópico, que lo que se pide es complicado y riesgoso. Pues sí, lo es. Pero esta es otra determinación que la innovación exige. Ser conscientes de que la innovación implica ser valientes ante la posibilidad del error o el fracaso. Además, evitar el hermetismo y entender finalmente que la sociedad sobrevive gracias a aquello que le sirve.

Es importante reconocer también para qué se innova. Habiendo planteado su función en la edad moderna, ahora haciendo una analogía con este siglo, no se trata de generar sólo nuevos inventos hacia la tendencia de mercado y la tecnología, ni de encontrar un mejor sistema de producción que cubra las necesidades económicas. Se requiere comenzar a pensar en una innovación social y cultural también. El pensamiento, las relaciones sociales y el arte, tanto como la producción material debe repensarse y reinventarse.

Esto requiere de atención, ya que muchas veces la innovación tecnológica tiene por consecuencia repercusiones sociales.  Un ejemplo para ilustrar esta idea es la baja demanda de mano de obra en las empresas por causa de las máquinas automatizadas. El proceso de innovación debería agregar a su estructura como requerimiento, pensar en los futuros problemas que pudiera causar y por ende, en su propuesta de solución. Por eso es de vital importancia tener cuidado con aquello que se innova. De lo contrario, la innovación se podría convertir en Frankensteins que no podamos controlar después. Tampoco debemos permitir llegar a niveles de bioterrorismo, por ejemplo. Finalmente, mantener siempre los valores éticos de nuestro lado para no actuar en pro del beneficio propio, sino por el beneficio común.

La exigencia es pedir que la innovación siga el camino hacia el horizonte de la mejora.  Debe estar presente en todos las áreas del conocimiento y en la diversidad de gremios. No sólo de manera conjunta sino de manera individual. Cada quién desde su trinchera. Se trata de trabajar en la creación de un mundo que se sienta orgulloso de pertenecer al siglo de la innovación que pueda presumir de estar en la constante búsqueda de la evolución.

Erika Rosario García Martínez
Coordinadora Editorial

 

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